Microdosis y el contexto Cultural

Poniendo a las micros en perspectiva

Juan Casal

6/15/20234 min read

Para llegar a hablar de las microdosis tal y como las conocemos hoy en día hay que pasear por el jardín de las medicinas y recolectar el néctar del contexto.

Por eso cabe mencionar que el concepto de microdosis como tal existe no sólo en el ámbito enteógeno sino también en otras ramas serias de la medicina alternativa como la homeopatía o la herbolaria.

En el uso de un gotero de tintura madre por ejemplo, la dinámica es la estimulación de los neuroreceptores sublinguales proporcionando dosis mínimas que gracias al vehículo hidroalcohólico van a ser recibidas directo por el cerebro y el cual con esa pequeña cantidad hace los ajustes necesarios en el resto del organismo. Todo esto sin involucrar en modo alguno al sistema digestivo, lo cual es una ventaja ya que es inmediato y se maneja dentro de lo sutil, es decir, dentro del cuerpo físico, el sistema endócrino hacia los cuerpos más sutiles como el energético, etérico, etc.

En el contexto de lo enteógeno, ese formato de tintura madre es con el cual se preparan las microdosis de ayahuasca o peyote. Y si bien son útiles a la hora de integrar en el proceso post-ceremonia, una gran mayoría de los usuarios no reporta beneficios, al menos perceptibles.

Esto es un punto de gran valor a la hora de escoger con qué microdosificar como trabajo personal o como trabajo integrativo post-ceremonia.

En otra rama, no de lo enteógeno, pero sí de psicodélico, se han realizado estudios según con buenos resultados relativos al MDMA y al LSD. Si bien es cierto que hay una respuesta positiva en tratamientos SPT, no dejan de ser compuestos químicos, realizados en laboratorio, es decir carentes de espíritu. Se basan en un efecto físico-químico pero dejan de lado el amplio espectro espiritual que un ser vivo - y más un enteógeno, dotado de conciencia - puede aportar al paciente o usuario.

En cuanto al contexto social, la cultura occidental de postguerra ha invertido múltiples recursos en generar contextos competitivos para los individuos que la conforman. Desde la educación al fanatismo deportivo, incluyendo el sentido de la riqueza monetaria, la belleza y las posesiones materiales, indican una fuerte inclinación hacia una química cerebral altamente dopaminada. Si hoy en día googleas dopamina, según la BBC, es la hormona de la felicidad.

Sin adentrarme en las implicaciones de esta fuente ni de sus intenciones, remarco que se trata de una sugerente maniobra de sostener al individuo en ese estado de competitividad constante. Al filo de la novedad, la tecnología de punta, actualizaciones, carros del año, la moda de la temporada y otras facetas que son plenamente congruentes con el capitalismo, sin embargo son formas dentro de un sistema que propone la libertad económica, al menos, como enunciado y que funciona o ha funcionado, hasta ahora mejor que otros.

Para ir directo al grano, el contexto cultural plantea una química cerebral basada en la dopamina, es decir en la tensión de la competitividad identificable con el lema “ser mejor que el otro”, esto genera toda una dialéctica de separación, juicio y fortalece las barreras del ´yo´. Esas mismas barreras que establece con el otro, las establece dentro del individuo, anegando facetas inconscientes, sombrías o vulnerables, segmentando la integridad personal.

En este contexto, las microdosis de enteógenos, en concreto psilocibina, apuntan a una química cerebral serotonizada, es decir, integrativa. Proponen la comunidad con el otro, con el territorio, la unidad del individuo con el todo al que pertenece de forma inherente. Las plantas y los hongos, en su maestría adaptativa están desbordadas de esta hormona y de ahí su gran capacidad de colonizar y subsistir en el planeta Tierra. Por eso generar una química cerebral de este tipo es, para decirlo en una frase, un acto de rebeldía.

Las tomas no son diarias a fin de mostrar al cerebro un camino hacia el balance, la estabilidad emocional y la ecuanimidad mental, dando una perspectiva global del tiempo y el espacio. Esta estabilidad es energéticamente más económica que el sube-y-baja del éxito y fracaso que propone un cerebro dopaminado. Se trata de trazar un sendero hacia ese estado interior de aceptación. Sólo aceptando, puede el individuo tomar responsabilidad sobre su poder. Sólo siendo consciente del poder inherente que posee puede activarlo para transformar y dar forma propia a su realidad total.

Las pausas entre ciclo y ciclo de microdosificación apuntan a, por un lado, disminuir la resistencia que pueda generarse, y por otro, invitan al individuo a experimentar el cotidiano de forma natural, sin la asistencia de una planta y hongo maestro.

En cuanto a porcentajes los estudios realizados a usuarios rondan resultados positivos de un 75 a 85 % de efectividad. Lo cual quiere decir que la gran mayoría, tres cuartas partes o más, tienen una experiencia que transforma sus realidades. En cuanto al otro 25 % para redondear, hay un 5% que requiere de dosis mínimas para acceder al mismo resultado. Dosificaciones de 0.025 mg a 0.075 mg. Y el restante 20 % que no parece presentar mejoras, queda la incógnita de si es que no tienen aún la auto-observación suficiente para detectar los beneficios o si dosis más elevadas podría llevarlos al grupo mayoritario.

Como sea, un 75% de efectividad es una cifra más que considerable para acercarse y probar. Los protocolos proponen diferentes frecuencias sin embargo, tomar día por medio, resulta efectivo en casi todos los casos.

La medicina enteógena navega en la costa entre el rigor científico y el misticismo chamánico, y aún en este lindero donde confluyen la consistencia estadística y la guía intuitiva, desde una mente mucho más abarcativa que la racional. Alineado al pragmatismo de los brujos y curanderos del antiguo México, como diría Castaneda, si queda algo por cuestionar, que sea después de tener la experiencia directa y no antes.