La revolución en la Era de Acuario
El rol del consumidor en el cambio de paradigma
6/21/20233 min read
Los personajes de las revoluciones latinoamericanas han quedado grabados en la historia de los pueblos, en sus calles, libros y hasta en los billetes. Aunque la moda sea cambiar las figuras célebres por animales autóctonos - y por cierto ya ha dejado de ser curioso que se ejecuten los mismos planes en países distantes, por ejemplo México o Argentina, ambos cambiando sus próceres por símbolos de la fauna.
El sistema de poder internacional, por darle un nombre neutro, ha ido presionando y presionando a los pueblos latinoamericanos hasta que simplemente por una cuestión cronométrica, la Historia misma pida otra revolución -la estrategia de borrar la memoria de los pueblos en mayor o menor medida sigue funcionando-, sin embargo, esta vez, el campo de batalla es el individuo.
Los ideales de toda revolución abogan por la libertad y un nuevo orden de paz, reclaman el poder entregado al patrón (Gobierno). Tal pedido desesperado ante el sometimiento, el hambre, la injusticia, el excesivo favoritismo, entre otras dinámicas sociales, fue en la anterior era la invitación perfecta para desatar los impulsos más densos, tomar armas y salir a luchar -matar y morir- en nombre de la paz.
En esta era de acuario, la revolución -como decía- es individual; y el campo físico de batalla es el cuerpo. Para reclamar autonomía, autarquía, soberanía y propiedad sobre el cuerpo físico, es trabajo obligatorio y necesario, así como progresivo, que la mente -del individuo, por supuesto, no el inconsciente colectivo- reclame la conquista de sí misma.
Como el acuerdo social ya no es directamente con el Gobierno sino con los productos y servicios que éste permite que sean ofrecidos a los ciudadanos, entonces no se trata de una revolución política, sino económica, de mercados. Al ciudadano, en tal dinámica, cabe denominarlo como consumidor. Por mucha competencia que se de en un cierto nicho del mercado, si no hay consumidores, tal oferta carente de demanda, no tiene más camino que transformarse o desaparecer. Esta es la fuerza unificadora que une a las incontables individualidades no-organizadas. Los cambios en los hábitos de consumo, traen cambios en niveles sociales, políticos y económicos a gran escala.
Contrapuesto a las ideas utópicas, no es el pueblo ni el consumidor quien tiene el poder, sino quien dirija sus creencias y pueda conducir su atención a la preferencia de un formato a otro, como en el caso de los automóviles eléctricos a los convencionales, siendo que tal electricidad proviene también de la combustión. Es en este momento donde, ante cada galletita, botellita, sustancia y producto, cabe la pregunta: ¿Voy dajar que eso y todo el sueño de quien lo produce acceda a mi territorio? ¿Voy a tomar esa bebida que para cuya producción se requieren 7 litros de agua potable y sana y que encima no hidrata, aún peor, deshidrata? ¿Voy a poner eso en mi intestino? ¿Voy a untarme esa crema con x cantidad de químicos? ¿Voy a consumir essta música que rebaja la moral a toda mujer, y por tanto, a todo hombre en el planta? ¿Voy a continuar consumiendo entretenimiento donde la guerra, el abuso, la corrupción y la impunidad son los repetidos hilos de argumentos incansablemente reproducidos?
Un consumidor consciente es un excelente consumidor, tal vez incluso mejor. El punto está en que dirigiendo su atención y tomando sus propias decisiones de mercado, no es tan manipulable ni previsible. Por esta razón es que el intento sistémico se enfoca en sumar números a la masa de inconsciencia y consumo chatarra.
El autogobierno, la autarquía, la libertad como principio vital aplicado en la vida práctica del día a día, es la revolución que está en juego. Para liberar al cuerpo de hábitos negativos enraizados a esta pantomima que se concoce como capitalismo liberal hoy en día, es necesario atravesar una basta zona de auto-observación de los deseos que surgen cada día, hasta cesar tales deseos. Cambiar de Era implica, cambiar de sueños; elegir qué intentar en esta vida es tomar responsabilidad sobre el potencial del inconsciente.
¿Llegaremos a confiar tanto en nosotros mismos al punto que podamos confiar en nuestro propio sueño como un creador de nuevas realidades e irnos a dormir como niños despreocupados del mañana?