El funeral de una realidad virtual

Sueños visionarios de diciembre de 2023.

J. C.

3/22/20242 min read

El funeral de una realidad virtual

Soñé que era el personaje de un video juego. Tenía total consciencia de estar activamente ejecutando mis propios comandos, saltando, corriendo, tomando objetos. Iba pasando los niveles y me inundaba la alegría. Me sentía respirar agitado ante la emoción de encarar cada misión, cada nivel, cada lucha.

En un momento llegó el nivel máximo del juego: MISION ESPACIAL. Monté un vehículo lunar. El mío era uno entre tantos vehículos. Esperábamos ante un portal circular que se conectara con otra dimensión o tiempo. La verdad no sabía que esperar, sólo seguía la orden de montar en mi vehículo y atravesar ese portal.

Era un planeta pequeño aquel. Podía ver la notoria circunferencia del horizonte. Los colores del cielo o mejor dicho del espacio, comenzaron a cambiar y la noche llegó. El portal seguía sin abrirse.

El personaje entró en conciencia de que desconocía como encender la calefacción de su nave y experimenté el susto de desconocer. Toqué todos los comandos de la consola, las palancas. Nada. El frío aumentaba a una velocidad impresionante. Los síntomas de la hipotermia se sucedían. Abrí la cápsula y salí a tumbarme en el suelo rocoso, seco y helado. En ese momento en que las sensaciones hacía colapsar al personaje, se abrió su conciencia a la visión de sí mismo. Imágenes de su vida de protagonista de videojuego de acción iban pasando frente a sí. Se vió a mismo en sus batallas, sus misiones, sus medallas, vio a sus enemigos, a su amigos, a los que salvó, quienes lo salvaron, recordó sus botas, sus ropas preciadas, alguna radio que oyó una vez. Vió a otros seres desfilar ante él, tal vez inmortales: Sonic, Kirby y algún otro célebre personaje de la realidad virtual. Ahora tenía consciencia plena de que era el protagonista de su vida virtual y había llegado la hora de despedirse. En verdad no tenía que hacer nada, la vida virtual que lo habitaba se despegaba del él por sí misma. Sólo se sentía cada vez más ligero.

Algo susurró: La realidad virtual ha muerto. Y ya no fue cuerpo ni mente, sólo una consciencia muy ligera y presente, cercana a sí misma que se integró a la oscuridad del espacio infinito.